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Estudio revela el origen de los meteoritos que impactaron en Costa Rica

Un Estudio internacional ha hecho un fascinante descubrimiento sobre el origen, la composición y la trayectoria del famoso meteorito que cayó en Aguas Zarcas, San Carlos en el año 2019. Este evento ha captado la atención de investigadores y entusiastas de la ciencia en todo el mundo, destacando la importancia del meteorito en el contexto de la comprensión de los cuerpos celestes que nos rodean.

Los meteoritos que llegaron a Costa Rica en abril de 2019 han sido descritos con el peculiar término de «bolas de lodo», y estos intrépidos viajeros del espacio tardaron casi dos millones de años en encontrar su camino hasta la Tierra. El viaje de estos meteoritos es un testimonio del dinamismo y la longevidad de los cuerpos que recorren nuestro sistema solar.

Imagen para fines ilustrativos.

El evento en la localidad de Aguas Zarcas se ha vuelto emblemático, ya que se sabe que se han recuperado alrededor de 27 kilogramos de material. Este hallazgo ha sido monumental para el estudio de meteoritos en la región y ha permitido nuevas perspectivas sobre su formación y composición.

La importancia de este hallazgo fue capturada poéticamente por Gerardo Soto, geólogo de la Universidad de Costa Rica, quien afirmó: ‘El hallazgo en Aguas Zarcas también fue un pequeño paso para el hombre, pero un gran salto para la ciencia de los meteoritos’, evocando las célebres palabras de Neil Armstrong.

La investigación asociada fue publicada en la revista científica Meteorítica y Ciencia Planetaria, donde se analizaron una serie de datos obtenidos a partir de encuestas de cámaras y vehículos de seguridad. Los resultados mostraron que el meteorito entró en la atmósfera en un ángulo casi vertical, viajando a una asombrosa velocidad de 14.6 kilómetros por segundo.

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Peter Jenniskens, del Instituto STII y el Centro de Investigación de Ames de la NASA, añadió que el meteorito ‘penetró profundamente la atmósfera hasta que su masa restante explotó a unos 25 kilómetros de la superficie terrestre, y se generó un brillante destello que fue detectado por satélites en órbita. Esta observación fue crucial para entender el impacto y la trayectoria del cuerpo celeste.

Gracias a la velocidad y trayectoria del meteorito, una parte significativa de la masa original logró sobrevivir al ingreso en la atmósfera. Este material, al aterrizar en terreno blando y cubierto de vegetación, permitió la conservación de sus cualidades estructurales. Aunque se describe como minerales ricos en agua y como «bolas de barro», Jenniskens aclara que esto no significa que sean materiales frágiles.

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El análisis de los niveles de exposición a los rayos cósmicos ha permitido a los científicos determinar que la última colisión que experimentó esta roca en el espacio ocurrió hace aproximadamente dos millones de años, según Kees Wellten, astromiquímico de la Universidad de California en Berkeley. Estos datos son fundamentales para comprender no solo la historia de este meteorito específico, sino también la estabilidad y los procesos de los cuerpos celestes en el espacio.

Asimismo, se ha determinado que el cuerpo madre del meteorito tenía un diámetro aproximado de 60 centímetros al ingresar en la atmósfera, y su origen ha sido trazado hasta las regiones exteriores del cinturón de asteroides, lo que enriquece aún más el contexto de su formación.

Jenniskens concluyó afirmando que ‘podemos confirmar que este cuerpo proviene de un asteroide más grande, que se encuentra en la parte inferior del cinturón de asteroides y probablemente en el exterior de las regiones’. Este hallazgo no solo resalta la importancia del meteorito en sí, sino que también brinda una ventana hacia la investigación de la formación del sistema solar.

Redacción

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